top of page

El tiempo en que Dios actúa es perfecto, aunque parezca estar desastrosamente retrasado

Hay momentos en la vida en los que parece que Dios no se apresura en absoluto. Cuando la necesidad es urgente, cuando el dolor es insoportable y cuando cada minuto que pasa se siente como una eternidad, es fácil pensar que Dios se ha retrasado, que ha olvidado nuestra petición o que simplemente no le importa. Pero la historia de la muerte y resurrección de Lázaro, relatada por el apóstol Juan, me recuerda que el tiempo de Dios es perfecto, aunque a veces parezca estar desastrosamente retrasado.


Lázaro, un hombre querido por Jesús, cayó enfermo. Sus hermanas, Marta y María, enviaron un mensaje urgente a Jesús, esperando que él viniera inmediatamente a sanar a su hermano. Ellas sabían que Jesús tenía el poder para hacerlo; lo habían visto sanar a muchos otros. Sin embargo, en lugar de correr hacia Betania, donde vivían Lázaro y sus hermanas, Jesús decidió quedarse donde estaba durante dos días más. Imagina la angustia de Marta y María mientras esperaban y esperaban, y Lázaro empeoraba. ¿Dónde estaba Jesús? ¿Por qué no venía?


Finalmente, cuando Jesús llegó, Lázaro ya había muerto. Habían pasado cuatro días desde que lo enterraron. En ese momento, el dolor de Marta y María era profundo, mezclado con la incomprensión de por qué Jesús no había llegado a tiempo. Marta, con el corazón roto, se acercó a Jesús y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto." Estas palabras resuenan con tanto dolor y, al mismo tiempo, con una fe que lucha por comprender lo que parece ser un fracaso divino.


Pero Jesús no había fallado. Su retraso no era un descuido. Él les respondió con una promesa: "Tu hermano resucitará." Marta, en su conocimiento teológico, afirmó que sabía que Lázaro resucitaría en el último día, en la resurrección final. Pero Jesús tenía algo mucho más inmediato en mente. Él se dirigió a la tumba de Lázaro, ordenó que quitaran la piedra que cubría la entrada y, con una voz llena de autoridad, llamó: "¡Lázaro, ven fuera!" Y entonces, contra toda esperanza, Lázaro salió, vivo, envuelto en las vendas funerarias.


Lo que parecía ser un desastre, un retraso fatal, era en realidad parte de un plan más grande que nadie había imaginado. Jesús no solo quería sanar a Lázaro; quería mostrar su poder sobre la muerte misma. Quería que las personas presentes creyeran en Él de una manera más profunda y significativa. El tiempo de Dios, aunque parecía desastroso desde la perspectiva humana, fue en realidad perfecto para lograr un propósito mucho mayor.


Reflexionando sobre esta historia, me doy cuenta de cuántas veces he sentido que Dios se ha retrasado en mi vida. Quizás he estado esperando una respuesta a una oración, una intervención en una situación difícil, y mientras espero, el tiempo parece deslizarse, llevándome al borde de la desesperación. En esos momentos, es tentador pensar que Dios ha olvidado mi necesidad, que su tiempo está desajustado, o que tal vez no le importo lo suficiente como para actuar rápidamente.


Pero la historia de Lázaro me recuerda que Dios siempre está al tanto de lo que sucede en mi vida, y su aparente retraso no es un signo de indiferencia o desinterés. Al contrario, puede ser que Dios esté orquestando algo mucho más grande de lo que puedo imaginar. Puede que Él esté usando el tiempo de espera para trabajar en mi corazón, para fortalecer mi fe, o para preparar un milagro que será aún más glorioso de lo que había anticipado.


Cuando Jesús finalmente llegó a Betania, sabía que la muerte de Lázaro no era el final. Su aparente retraso fue intencionado, y lo usó para revelar algo profundo: que Él es "la resurrección y la vida". Esto no solo se aplicó a Lázaro, sino que también es una verdad para mi vida. Jesús tiene el control sobre todas las cosas, incluso sobre el tiempo y la muerte. Su poder no está limitado por las circunstancias que yo considero urgentes o desesperadas.


Este relato me desafía a confiar en Dios incluso cuando parece que se está retrasando. Me invita a recordar que su tiempo es perfecto y que lo que Él tiene planeado para mí es siempre lo mejor, aunque no lo vea en el momento. Es un llamado a vivir con fe, a creer que Dios está obrando incluso en el silencio, en la espera, en los momentos en que todo parece perdido.


Reflexión personal

  1. ¿He sentido alguna vez que Dios se ha retrasado en responder una oración o intervenir en una situación en mi vida?Recordar esos momentos puede ayudarme a reflexionar sobre cómo reaccioné y si pude ver la obra de Dios en retrospectiva.

  2. ¿Cómo puedo fortalecer mi fe cuando parece que Dios está retrasado?Pensar en maneras prácticas de mantener mi confianza en Dios durante tiempos de espera es clave para mantener la paz y la esperanza.

  3. ¿Puedo recordar un momento en mi vida en el que, al final, el "retraso" de Dios resultó en algo más grande o mejor de lo que había esperado?Reflexionar sobre estos momentos puede ayudarme a construir una fe más fuerte para futuras situaciones de espera.


Acción práctica

La próxima vez que me encuentre esperando una respuesta de Dios, voy a tomar un tiempo cada día para agradecerle por lo que está haciendo, aunque no lo vea. Voy a orar diciendo: "Dios, confío en que tu tiempo es perfecto. Aunque no lo entienda ahora, sé que estás obrando en mi vida de maneras que van más allá de lo que puedo imaginar. Te agradezco por tu fidelidad y por el plan que tienes para mí." Haré esto cada día hasta que vea la mano de Dios en la situación.


Dios nunca llega tarde. Puede que no actúe cuando yo lo espero, pero su tiempo es perfecto, y siempre es para mi bien. Que esta verdad me sostenga en los momentos de espera, cuando parece que Dios está desastrosamente retrasado, porque en realidad, Él siempre está justo a tiempo.


Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
  • LinkedIn
  • Twitter
  • Facebook
  • https://youtube.com/@alemendozamentor

©Ale Mendoza 2025

bottom of page