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Crisis y cambio. Te pulen o te acaban

Cuando el liderazgo realmente se pone a prueba

Soy un perfeccionista lo reconozco me cuesta avanzar si las cosas no están como quiero o creo que deben estar. Claro que con casi 50 años he aprendido a flexibilizar un poco mis estándares, he entendido que si no soy adaptable y flexible no voy a poder avanzar y me voy a quebrar. Pero en mis primeros roles de Liderazgo estaba lejos de entender eso. Y en el contexto en el que me tocó liderar en mis primeros años de carrera el caos siempre fue una constante. 


Verás, aunque me titulé como contador público, mientras cursaba mi carrera fui una persona muy activa como voluntario en mi iglesia local; eso me llevó a involucrarme cada vez más en el servicio ministerial como un ministro laico. No pasó mucho tiempo para que me convirtiera en pastor. Primero como pastor de jóvenes, luego como pastor ejecutivo y finalmente como pastor principal de una iglesia durante 10 años.


El caos y el desorden producido por la gente me volvía loco, vivía frustrado, estresado y con una ilusión de control que me dejaba cada vez más alejado de la realidad y de las personas. Intentaba controlar a todos y todo.


Recuerdo una conversación con Un líder a quien busqué para pedir consejo y quién tomó tiempo para escucharme y luego compartirme un proverbio judío que fue como una bofetada y una dosis de realidad. Dice así: “Sin bueyes un establo se mantiene limpio, pero se necesita un buey fuerte para una gran cosecha”. Eso abrió mis ojos y me hizo reconocer que las crisis que venía enfrentando forman parte de la experiencia de liderar.


Me costó entender que la gente no necesitaba que yo tuviera todas las respuestas. Necesitaban que los escuchara. Que reconociera la incertidumbre. Que fuera humano, no perfecto. Aprendí por las malas que en tiempos de crisis, liderar no se trata de controlar el caos, sino de contener emocionalmente al equipo, decidir con claridad, y sostener el rumbo aunque el mapa haya cambiado.


Hoy, cada vez que llega una crisis (grande o pequeña), mi primera pregunta no es “¿qué hago?”, sino “¿cómo estoy y cómo está mi gente?”. Porque aprendí que la forma en que enfrentamos el cambio define no solo la dirección… sino la cultura que dejamos atrás.


En estos últimos 25 años, el mundo se ha vuelto más volátil, incierto, complejo y ambiguo. Crisis económicas, disrupciones tecnológicas, pandemias, cambios sociales, movimientos globales… hoy los líderes ya no se preguntan si enfrentarán crisis, sino cuándo, cómo y cuántas a la vez.


Este nuevo contexto exige una forma diferente de liderar el cambio. Ya no sirve el liderazgo que improvisa o niega. Tampoco funciona el que impone. Necesitamos líderes que sepan sostener la ambigüedad, comunicar con claridad, cuidar a las personas, y moverse con agilidad.


Este artículo explora cómo ha evolucionado el liderazgo en tiempos de crisis, qué competencias han emergido como esenciales, y cómo podemos prepararnos mejor para lo que viene… incluso cuando no sepamos qué es.


1. De controlar a contener

Antes, los líderes en crisis trataban de “mantener el orden”. Hoy entendemos que en tiempos disruptivos, no se trata de controlar lo incontrolable, sino de contener emocionalmente a los equipos: crear entornos seguros, validar emociones, dar dirección sin necesidad de tener todas las respuestas.


Amy Edmondson, profesora de Harvard, ha demostrado que los equipos que operan en culturas psicológicamente seguras son más resilientes ante la disrupción y el error. ¿Qué implica esto para un líder? Tener conversaciones valientes, reconocer lo que no sabe, y crear espacios donde la gente no tema hablar.


2. De decisiones reactivas a escenarios estratégicos

En el pasado, las decisiones durante una crisis eran instintivas, impulsadas por urgencia. Hoy, el líder que hace diferencia es el que tiene la capacidad de anticipar, mapear escenarios y tomar decisiones con base en principios, no en pánico.


El Global Leadership Forecast (2023) identificó que los líderes con capacidad para el pensamiento estratégico en ambientes inciertos tienen 3 veces más probabilidades de mantener el desempeño organizacional ante crisis prolongadas.


Eso requiere disciplina: desarrollar planes alternos, preguntarse qué pasaría si el contexto cambia otra vez, y aprender a decidir rápido sin dejar de pensar profundo.


3. De comunicar para informar a comunicar para sostener

Durante una crisis, el silencio del líder se llena con ansiedad del equipo.Hoy, liderar bien implica comunicar con intención: con empatía, con verdad, con visión. No solo dar datos, sino dar sentido. No solo hablar, sino sostener emocionalmente.


Las investigaciones del Edelman Trust Barometer (2024) muestran que en momentos críticos, los colaboradores confían más en sus líderes directos que en cualquier otra fuente institucional.


Esto significa que cada líder —desde la alta dirección hasta los mandos medios— tiene un rol comunicacional que impacta en la estabilidad emocional del equipo. La pregunta no es “¿dije lo correcto?”, sino “¿dejé claro que estoy aquí y seguimos avanzando?”


4. De soluciones heroicas a aprendizajes colectivos

En muchas culturas organizacionales, la crisis era el terreno de los “héroes”: quien salvaba el trimestre, quien trabajaba hasta la madrugada, quien tomaba el control total. Hoy, ese modelo ya no es sostenible.


El líder efectivo no es quien lo resuelve todo, sino quien facilita la inteligencia colectiva, empodera al equipo, documenta lo aprendido y adapta la cultura a lo nuevo.En tiempos de disrupción, liderar no es resistir lo que viene, sino rediseñar lo que sigue.


5. La gran oportunidad: forjar cultura en medio de la crisis

Cada crisis es una prueba… pero también una semilla cultural.La forma en que un líder actúa en medio de una tormenta deja huella en la memoria del equipo. ¿Se sintieron acompañados o presionados? ¿Hubo coherencia o manipulación? ¿Se crearon aprendizajes o solo sobrevivencia?


Hoy, más que nunca, el liderazgo efectivo en crisis construye una cultura de resiliencia, transparencia y confianza. Porque lo importante no es solo salir de la crisis, sino cómo salimos, quiénes salimos, y en qué nos convertimos al salir.


Las crisis no son desvíos del camino. Son parte del camino.Y lo que hagas como líder en esos momentos no solo marcará resultados… marcará personas, relaciones, equipos enteros.He aprendido que no hay mayor impacto que el que dejas cuando lideras bien en el dolor, en el cambio, en la incertidumbre.


No se trata de no tener miedo. Se trata de no permitir que el miedo te impida actuar con humanidad, claridad y coraje.Porque al final, las crisis no te hacen un líder, pero revelan qué tipo de líder eres. Y si las vives con propósito, pueden ayudarte a convertirte en uno mejor.


¿Qué tipo de cultura estás forjando con tu forma de liderar en los momentos difíciles?

Esta semana, recuerda la última crisis que enfrentaste con tu equipo. Pregúntales cómo se sintieron en ese proceso. ¿Qué hubieran necesitado más de ti? Escucha con apertura. Y haz un ajuste pequeño pero significativo para la próxima vez.

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©Ale Mendoza 2024

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