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Mala mía: Hablé mal de Pedro… ¡a Pedro!

Hay errores que uno comete y se olvidan. Y hay otros que se quedan tatuados en la mente porque te dejaron desnudo. Este es uno de esos.


La historia sin maquillaje

Pedro (nombre cambiado intencionalmente para esta historia) nos debía USD $25,000. Era una deuda antigua. El silencio se había vuelto ruido. Ya habíamos intentado todo: llamadas, recordatorios, correos, incluso recurrimos a terceros para tratar de cerrar el tema. Nada. Pedro había desaparecido.

Hasta que, de pronto, como si nada hubiera pasado, su nombre apareció de nuevo en mi bandeja de entrada.


Era un correo directo, sin disculpas, sin explicaciones, sin intención de pago.Solo una solicitud clara: que volviéramos a confiar en él y que le otorgáramos financiamiento para un nuevo proyecto. ja!


No podía creerlo.


Mi primera reacción fue visceral. Me sentí burlado. No tanto por el monto, sino por el descaro. Por el intento de saltarse la consecuencia sin siquiera asumir su parte. Mi sangre hervía.


Así que hice lo que cualquiera en mi lugar comúnmente haría: escribí un correo a mi equipo de liderazgo, cargado de juicio, de sarcasmo, de enojo mal manejado.


"Este tipo piensa que somos estúpidos. No solo no pagó, sino que ahora nos pide que le financiemos otra vez. Espero que nunca más verlo. Porque no sé qué haría si me lo encuentro cara a cara otra vez."


Y le di click a reenviar. Solo que no lo reenvié a los líderes. Se lo respondí a Pedro. A él. Directamente. Lo leyó. Todo. Sin filtro. Sin contexto. Sin redención. Ups… mala mía.


El punto de quiebre

No fue solo un error de click. Fue una sacudida a mi propia coherencia como líder. Fue mirarme en el espejo y reconocer que, aunque tenía razón en el fondo… me había traicionado en la forma.


Ese correo no era solo una descarga emocional. Era una muestra de quién era yo cuando nadie me estaba viendo.


Y aunque Pedro sí había fallado, yo también lo hice. Porque liderar con enojo no me hizo mejor. Me puso exactamente en el mismo lugar del que lo acusaba: sin responsabilidad, sin integridad, sin contención.


La lección aprendida

Liderar desde el enojo puede sentirse justo… pero rara vez es sabio.


No se trata de negar la frustración. Es real. Tiene su lugar. Pero cuando el enojo te controla, terminas destruyendo relaciones, reputación y respeto… sin darte cuenta.


Ese día entendí algo que me acompaña hasta hoy:

1. Lo que dices en privado también te forma.

El liderazgo no es solo lo que dices en el escenario o frente al equipo. Es también lo que escribes, lo que comentas, lo que murmuras, lo que reenvías. Todo eso moldea tu carácter y tu cultura.


2. El ego herido habla más rápido que el corazón sabio.

Yo quería proteger a mi equipo, evitar que cayéramos otra vez. Pero la forma en que lo hice hablaba más de mis emociones que de mi criterio. De mí que de Pedro.

Y cuando lideras desde el ego, pierdes autoridad aunque tengas la razón.


3. La verdadera autoridad se ejerce cuando tienes poder… y te autocontrolas.

Pude haber respondido con firmeza, con claridad, con verdad. Pero elegí el sarcasmo. La burla. La descalificación. Y eso me costó. Internamente y hacia afuera.


Ese correo se convirtió en uno de los correos más incómodos que he enviado en mi vida. Pero también en uno de los más reveladores.


Me hizo trazar una línea. Decidí que nunca más iba a escribir algo en caliente que no pudiera decir en frío con la frente en alto. Ahora, cada vez que estoy molesto, escribo el correo, pero hago un par de cosas antes de enviarlo:

  1. Espero 24 horas para volverlo a leer “en frío”.

  2. Le pido a alguien de confianza que lo lea y me dé feedback.


Eso me ha librado de regarla muchas veces.


La pregunta incómoda para ti

  • ¿En qué área de tu liderazgo estás reaccionando más que reflexionando?

  • ¿A quién has desacreditado en privado en lugar de confrontarlo con verdad y respeto?

  • ¿Qué mensaje que escribiste te avergonzaría si alguien más lo leyera?


Desafío práctico

  • La próxima vez que estés enojado, escribe el mensaje… pero no lo envíes. Léelo en frío 24 horas después. Si todavía representa tu carácter, mándalo. Si no, bórralo.

  • Pide perdón a alguien con quien fuiste duro en privado. Aunque esa persona no sepa lo que dijiste o escribiste… tú sí lo sabes.

  • Haz el hábito de hablar con las personas, no sobre las personas. La madurez se nota en lo que eliges no decir detrás de una puerta cerrada.

  • Revisa tus mensajes recientes. ¿Estás liderando desde el ego o desde el ejemplo?



Un solo correo puede mostrarle al mundo quién eres… 

o quién todavía estás trabajando en dejar de ser.


Recurso recomendado

TED Talk: "The Power of Vulnerability" – Brené BrownSi esta historia te confrontó, esta charla te va a incomodar aún más… y eso es bueno. Brené habla de cómo la vergüenza, el miedo al juicio y la necesidad de mostrarnos fuertes sabotean nuestra capacidad de conectar, liderar y sanar.


¿Conoces a alguien que está liderando con presión, enojo o frustración acumulada? ¿Alguien que necesita recordar que todos nos equivocamos… pero que no todos aprendemos? Comparte este artículo. Porque a veces, lo que más humaniza el liderazgo… no es el éxito, sino el error contado con humildad.


Preguntas para discusión grupal (equipos, líderes o mentoring)

Estas preguntas están diseñadas para abrir conversaciones valientes y sin filtro en equipos que quieren crecer desde la autenticidad:

  1. ¿Qué tipo de “correos no enviados” estás guardando hoy? ¿Hay algo que estás pensando y aún no sabes cómo expresar?

  2. ¿Cuál fue la última vez que actuaste desde el enojo en el trabajo? ¿Qué consecuencias trajo? ¿Lo hablaste con alguien?

  3. ¿Cómo puede tu equipo desarrollar una cultura donde se confronta con respeto y no se critica en privado?

  4. ¿Qué reglas no escritas hay en nuestro entorno sobre cómo hablamos de los errores ajenos? ¿Fomentan el crecimiento… o el juicio?

  5. ¿Qué significa para nosotros, como equipo, liderar desde la vulnerabilidad?


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©Ale Mendoza 2025

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